miércoles, 26 de enero de 2011

DANIELA



©Patricia Karina Vergara Sánchez

pakave@hotmail.com

Dormíamos muy juntas en una tienda de campaña en el jardín. Sacábamos la cabeza, veíamos el cielo, contábamos nuestros secretos y masticábamos Frutygum de sandía. Al otro día despertábamos encogidas, abrazadas y con el frío haciéndonos doler los tobillos, pero felices por la noche compartida. Vivíamos una en la casa frente a la casa de la otra. Teníamos 10 años, y ella poseía los ojos más grandes y la pinta de niño más adorables que puedan ser imaginados.

Daniela, Dany. Cuántas burlas padeció cuando los otros niños de la calle nos cachaban trepadas en los árboles y le gritaban marimacha, tortilla, manflora.

Un día, queriendo protegerla del maltrato, le ofrecí prestarle uno de mis vestidos ¡Nunca debí hacerlo! Ella se puso roja, furiosa. Se enojó tanto conmigo que tuve que regalarle un oso de peluche y darle muchos besos y abrazos para consolarla, decirle que en pantalones siempre se veía más guapa y abrazarla un rato muy largo para que se le pasara el enfado.

En invierno jugábamos dentro de mi casa. El juego suponía que ya éramos mayores. Como nadie podía vernos ni molestarnos dentro de las habitaciones, jugábamos a que ella se llamaba Daniel y era mi novio. Nos dábamos besitos suaves, rápidos, cortitos, apenas con la punta de los labios y temblábamos cuando nos tomábamos de la mano.

También, fumábamos unos cigarros que yo le robaba a mi mamá y nos sentíamos totalmente sofisticadas, trepadas en el barandal de la ventana para que no se impregnara el olor del humo en la habitación y entonces jugábamos a que éramos compadres. Yo me llamaba Juan y ella, Carlos.

En verano, las vacaciones eran interminables. Poníamos una colchoneta color rosa en el jardín y jugamos, por horas largas, a ser luchadoras profesionales, y era una excusa para rodar abrazadas mientras los amiguitos nos aplaudían.

Después, no me acuerdo si teníamos trece o catorce años. Ya teníamos los primeros noviecillos. Ya asistíamos a la secundaria, comenzábamos a preguntarnos cosas del estilo de si el besar embarazaba, a compararnos con envidia cuánto iban cambiando nuestros cuerpos y a presumir que teníamos unos senos de concurso, aun cuando –la verdad- apenas despuntaban.

Lo cierto es que ya estábamos demasiado grandes, pero seguíamos jugando como siempre y, aunque ya no cabíamos, seguíamos usando la vieja y descosida casa de campaña como referente irrenunciable.

Ese día me sentía muy orgullosa de mi vestido nuevo, blusa blanca y falda amplia color verde, colitas en el cabello, al tipo de Vaselina con Timbiriche, que era una obra de teatro para adolescentes que estaba de moda.

Salí emocionada, olorosa a perfume y sintiéndome la estrella de la obra; con mi cabello meciéndose al viento. Hasta caminaba despacito para permitirle admirar mi apariencia. Sin embargo, ella nada más verme puso gesto de "pero qué te ha pasado" y me dijo que me veía mejor cuando no me disfrazaba. Dolió, pero simulé que no me importó, yo usaba ya un pequeño brassiere y me sentía toda una mujer y mi mamá me había dicho que me veía di-vi-na.

Así, el dichoso vestido fue el inicio de todo. Cuando me dijo Daniela que así, vestida tan ñoña, no podría jugar a policías y ladrones, no lo pensé y, para demostrarle, me subí en mi bici-vehículo de escape mientras ella me perseguía en su bici-patrulla y, de pronto, POR SUPUESTO, mi falda se enredó y terminé presa y con una rodilla raspada.

Me limpió con su saliva el raspón. Me llevó al cuartel, la famosa casa de campaña, y me ató manos y piernas con su chamarra y una sudadera, mientras me recitaba los cargos por los cuales yo estaba detenida.

Me encontraba yo bien atada y tirada de lado en el suelo. Me ahogaba de tanta risa porque estábamos demasiado apretujadas en un espacio donde definitivamente ya no cabíamos.

Ella estaba atrás de mí. Yo no la veía, pero también escuchaba su risa.

No supe qué fue, en un segundo cambió el ambiente. Algo pasó. Un hada cruzó y nos dejó un regalo como de música suave. Ella se quedó en silencio. Yo también. Respirábamos con dificultad. Su mano, que descansaba en mi rodilla, comenzó a recorrerme muy lenta y torpemente, subió por mi muslo, llegó a mi cintura, se atoraba un poco con la tela de mi vestido. Subió mi vientre, llegó a mi seno y se quedó ahí con el tiempo detenido para ambas. Yo me quedé congelada de sorpresa. Su mano hizo, en medio del silencio, el recorrido inverso. Yo, sólo latía. Recorrió mi pierna y se tardó un siglo y, antes de llegar a la calceta blanca de mi tobillo, se detuvo.

Daniela se levantó y se fue a su casa.

Me quedé ahí. No recuerdo si realmente no podía desatarme o si continuaba congelada por la sorpresa. Mi hermano vino por mí para decirme que decía mi mamá que entrara a casa, que era hora de dormir.

El estado de choque continuó hasta que ya en mi cama me atreví a decirme, -en voz bajita, para no asustarme tanto-: ¡Qué bien se siente!

Esa noche aprendí que el amor, o el deseo, a veces no dejan dormir y que a veces se confunden y que a veces son lo mismo.

Cuando amaneció, lo primero que hice fue ir, todavía en pijama, sin dormir, pero feliz y enamorada, a buscarla.

No quiso salir a verme, ni ese día, ni nunca.

Daniela nunca más me dirigió la palabra.

De las noches subsecuentes sólo recuerdo al sueño sustituido por el diálogo interno:

¬- Me acarició, me gusta. Cada caricia me gustó, cada contacto me gustó. Ella no me habla, me duele, pero...sí no hice nada ¿No hice nada? Me gusta ¿Me gusta? Me acarició, no me quiere, pero sí me quiere. ¿La quiero? ¡¿Para qué la quiero?!...Duele...Me gusta...Duele...Duele...hasta el infinito.

Entre los demás niños, y adultos corrieron rumores sobre el por qué a esas que anteriormente parecían siamesas, de pronto ni se les ocurría mirarse. Había quien decía que yo le había roto un objeto. Que no, que le había perdido una tarea de la escuela o robado dinero, que lo que fuera. El consenso general era que yo la había agredido de alguna manera en la que ella no podía perdonarme.

Ella me rechazaba a cada intento de cercanía.

La sensación de injusticia me corrió de esos rumbos en un par de meses. Comencé a recorrer otros caminos, a conocer otra gente. A crecer un poco, también.

Aun cuando se casó muy joven, ella siguió viviendo en casa de sus padres, siempre.

Aun cuando yo me fui muy pronto, regresé de múltiples veredas. Incluso me quedé a vivir en la casa de los míos las temporadas de banca rota. De modo que, de una u otra manera, la seguí viendo a distancia al paso de los años.

Ella con su primer novio que luego fue su único esposo. Con su hija, preciosa.

Yo muy joven amando primero a hombres, y luego amando a mujeres. A una o a muchas a la vez. Yo, en boca de los vecinos y en el suplicio de mi madre. Me etiquetaron de todo: Yo, la loca. Yo, la fácil. Yo puta. Yo renegada. Yo lesbiana. Yo, de nuevo, loca. Pese a todo, aprendí a ser feliz.

Entre esos ires y venires, el encontrarla, era un cuadro surrealista que me inquietaba, pero que era difícil de evadir: Daniela regando su jardín, pintando su casa, regañando con el marido. Siempre fija, irrenunciable, siempre inaccesible, con un gesto que no le podía comprender, un tanto amargo.

A pesar del paso del tiempo, no me atrevía a dirigirle la palabra. Era el recuerdo del rechazo que, por doloroso, durante esos años no pude comprender. No me atrevía a cuestionarme nada respecto a ella. Era como la espina del sin sentido que preferí dejar en los recuerdos de infancia para que no molestara en lo cotidiano.

Hoy, después de muchos meses ausente, he vuelto a visitar la casa materna.

Vengo andando. En el fondo de la calle está Daniela. La veo inclinada arreglando la rueda de una bicicleta, viste un pantalón deportivo y sudadera, ambos color azul marino. Parece como si el tiempo hubiese regresado. Al escuchar mis pasos levanta el rostro. Sigue teniendo la pinta de niño y los ojos más hermosos que he visto. Sin pensarlo, se me sale una sonrisa. Cuando me doy cuenta de lo que he hecho, me aterrorizo de mi gesto involuntario y se me congela esa sonrisa. El estómago se me hace un nudo del susto. Entonces, ocurre el milagro:

Ella cambia el gesto y me sonríe también. Algo me tiembla, no sé bien qué, en no sé dónde. Me acerco caminando y ella se incorpora alegre. Yo estrecho la mano que me tiende y apenas tartamudeo con la pregunta tonta de cómo ha estado. Dany hace más amplia su sonrisa, me abraza muy fuerte, con un cariño inesperado y escucho su voz, casi carcajada en mi oído:

-Me acabo de divorciar.

Se aleja un poco y me mira a los ojos, invitadora, y sin dejar de sonreír.


8 comentarios:

Anónimo dijo...

JA. Muy bien

Anónimo dijo...

HOLA CHIKA:
LA VERDAD TENIA MUCHO TIEMPO DE NO LEER ALGO TAN BUENO Q M ESTREMECIERA TODITA, ME HIZO REMONTARME A MIS LOKOS DIAS DE PREPA, ALGUNOS DE UNIVERSIDAD Y A MI MEJOR AMIGA DE AQUELLOS AÑOS, LA CHIKA DE MIS SUEÑOS A LA CUAL LE CONFECE MI AMOR Y NO LO ACEPTO PERO NUNK M DEJO, SIEMPRE M TUVO A SU LADO, NUESTRA AMISTAD HABIA PASADO A OTRO PLANO, LA VERDAD NO SABRIA COMO DESCRIBIRLA,LO UNIKO Q PUEDO COMPRENDER FUE AQUELLA NOCHE Q SIN PLANEARLO NOS ENTREGAMOS X COMPLETO Y M DIJO Q NO SE ARREPENTIA DE HABER TENIDO SU PRIMERA VEZ CONMIGO XQ SE HABIA DADO CUENTA Q ME AMABA, AHI SUPE Q NO HABIAN SIDO ENVANO LOS 6 AÑOS DE AMISTAD EXTRAÑA, ESA FUE LA ULTIMA VEZ QUE LA VOLVIA A VER XQ SE FUE A CANADA. HACE POCO M HABLO X TEL. PARA DECIRME Q VA REGREZAR DESPUES 4 AÑOS Y NO SE Q VOY HACER YO YA TENGO UNA RELACION DE 2 AÑOS CON UNA NIÑA SEPER LINDA, NO QUIERO DEJARLA, LA QUIERO, PERO MI CORAZON NO DEJA DE LATIR CON FUERZA AL VOLVER A RECORDAR A MI PRIMER AMOR Y SABER Q VA A REGREZAR....
GRACIAS X SUBIR TUS ESCRITOS SON MUY LINDOS Y LLEGADORES JIJIJIJIJI
DESEO PROFUNDAMENTE Q SIGAS ASI CON ESE GUSTO Y FACILIDAD PARA ESCRIBIR...
SALUDOS...
SUERTE...

Anónimo dijo...

ese si me encanto!!!! buen tiempo y espacio, muy bueno kari

Anónimo dijo...

Que chido!!!! Me encantó la forma en cómo describes cada situación, cada personaje y sentimiento. Me pude imaginar perfectamente cada detalle, como si los personajes cobraran vida!

Felicidades!!!!
Zula

anairam11 dijo...

Hermosa la historia, el final deja un esperanza...Jaja divertido. Nuevamente, exepcional!

Anónimo dijo...

WooWW Muy linda historia me recordó a mi primera vez con mi pareja... Que bien, espero poder leer tus otras entradas se ven interesantes :)

Anónimo dijo...

¡¡Jaja¡¡ Ironico y con humor. Me agrado mucho

Unknown dijo...

Hola! Me encantan tus historias, en la actualidad estoy tomando un taller de cuenta cuentos y me encantaría tomar uno tuyo para interpretarlo, agradezco que compartas tu trabajo.

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