©Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com
Dormíamos muy juntas en
una tienda de campaña en el jardín. Sacábamos la cabeza, veíamos el cielo,
contábamos nuestros secretos y masticábamos Frutygum de sandía. Al otro día
despertábamos encogidas, abrazadas y con el frío haciéndonos doler los
tobillos, pero felices por la noche compartida. Vivíamos una en la casa frente
a la casa de la otra. Teníamos 10 años, y ella poseía los ojos más grandes y la
pinta de niño más adorables que puedan ser imaginados.
Daniela, Dany. Cuántas
burlas padeció cuando los otros niños de la calle nos cachaban trepadas en los
árboles y le gritaban marimacha, tortilla, manflora.
Un día, queriendo
protegerla del maltrato, le ofrecí prestarle uno de mis vestidos ¡Nunca debí
hacerlo! Ella se puso roja, furiosa. Se enojó tanto conmigo que tuve que
regalarle un oso de peluche y darle muchos besos y abrazos para consolarla,
decirle que en pantalones siempre se veía más guapa y abrazarla un rato muy
largo para que se le pasara el enfado.
En invierno jugábamos
dentro de mi casa. El juego suponía que ya éramos mayores. Como nadie podía
vernos ni molestarnos dentro de las habitaciones, jugábamos a que ella se
llamaba Daniel y era mi novio. Nos dábamos besitos suaves, rápidos, cortitos,
apenas con la punta de los labios y temblábamos cuando nos tomábamos de la
mano.
También, fumábamos unos
cigarros que yo le robaba a mi mamá y nos sentíamos totalmente sofisticadas,
trepadas en el barandal de la ventana para que no se impregnara el olor del
humo en la habitación y entonces jugábamos a que éramos compadres. Yo me
llamaba Juan y ella, Carlos.
En verano, las vacaciones
eran interminables. Poníamos una colchoneta color rosa en el jardín y jugamos,
por horas largas, a ser luchadoras profesionales, y era una excusa para rodar
abrazadas mientras los amiguitos nos aplaudían.
Después, no me acuerdo si
teníamos trece o catorce años. Ya teníamos los primeros noviecillos. Ya
asistíamos a la secundaria, comenzábamos a preguntarnos cosas del estilo de si
el besar embarazaba, a compararnos con envidia cuánto iban cambiando nuestros
cuerpos y a presumir que teníamos unos senos de concurso, aun cuando –la verdad-
apenas despuntaban.
Lo cierto es que ya
estábamos demasiado grandes, pero seguíamos jugando como siempre y, aunque ya
no cabíamos, seguíamos usando la vieja y descosida casa de campaña como
referente irrenunciable.
Ese día me sentía muy
orgullosa de mi vestido nuevo, blusa blanca y falda amplia color verde, colitas
en el cabello, al tipo de Vaselina
con Timbiriche, que era una
obra de teatro para adolescentes que estaba de moda.
Salí emocionada, olorosa a
perfume y sintiéndome la estrella de la obra; con mi cabello meciéndose al
viento. Hasta caminaba despacito para permitirle admirar mi apariencia. Sin
embargo, ella nada más verme puso gesto de "pero qué te ha pasado" y
me dijo que me veía mejor cuando no me disfrazaba. Dolió, pero simulé que no me
importó, yo usaba ya un pequeño brassiere y me sentía toda una mujer y mi mamá
me había dicho que me veía di-vi-na.
Así, el dichoso vestido
fue el inicio de todo. Cuando me dijo Daniela que así, vestida tan ñoña, no
podría jugar a policías y ladrones, no lo pensé y, para demostrarle, me subí en
mi bici-vehículo de escape mientras ella me perseguía en su bici-patrulla y, de
pronto, POR SUPUESTO, mi falda se enredó y terminé presa y con una rodilla
raspada.
Me limpió con su saliva el
raspón. Me llevó al cuartel, la famosa casa de campaña, y me ató manos y
piernas con su chamarra y una sudadera, mientras me recitaba los cargos por los
cuales yo estaba detenida.
Me encontraba yo bien
atada y tirada de lado en el suelo. Me ahogaba de tanta risa porque estábamos
demasiado apretujadas en un espacio donde definitivamente ya no cabíamos.
Ella estaba atrás de mí.
Yo no la veía, pero también escuchaba su risa.
No supe qué fue, en un
segundo cambió el ambiente. Algo pasó. Un hada cruzó y nos dejó un regalo como
de música suave. Ella se quedó en silencio. Yo también. Respirábamos con
dificultad. Su mano, que descansaba en mi rodilla, comenzó a recorrerme muy
lenta y torpemente, subió por mi muslo, llegó a mi cintura, se atoraba un poco
con la tela de mi vestido. Subió mi vientre, llegó a mi seno y se quedó ahí con
el tiempo detenido para ambas. Yo me quedé congelada de sorpresa. Su mano hizo,
en medio del silencio, el recorrido inverso. Yo, sólo latía. Recorrió mi pierna
y se tardó un siglo y, antes de llegar a la calceta blanca de mi tobillo, se
detuvo.
Daniela se levantó y se
fue a su casa.
Me quedé ahí. No recuerdo
si realmente no podía desatarme o si continuaba congelada por la sorpresa. Mi
hermano vino por mí para decirme que decía mi mamá que entrara a casa, que era
hora de dormir.
El estado de choque
continuó hasta que ya en mi cama me atreví a decirme, -en voz bajita, para no
asustarme tanto-: ¡Qué bien se siente!
Esa noche aprendí que el
amor, o el deseo, a veces no dejan dormir y que a veces se confunden y que a
veces son lo mismo.
Cuando amaneció, lo
primero que hice fue ir, todavía en pijama, sin dormir, pero feliz y enamorada,
a buscarla.
No quiso salir a verme, ni
ese día, ni nunca.
Daniela nunca más me
dirigió la palabra.
De las noches subsecuentes
sólo recuerdo al sueño sustituido por el diálogo interno:
¬- Me acarició, me gusta.
Cada caricia me gustó, cada contacto me gustó. Ella no me habla, me duele,
pero...sí no hice nada ¿No hice nada? Me gusta ¿Me gusta? Me acarició, no me
quiere, pero sí me quiere. ¿La quiero? ¡¿Para qué la quiero?!...Duele...Me
gusta...Duele...Duele...hasta el infinito.
Entre los demás niños, y
adultos corrieron rumores sobre el por qué a esas que anteriormente parecían
siamesas, de pronto ni se les ocurría mirarse. Había quien decía que yo le
había roto un objeto. Que no, que le había perdido una tarea de la escuela o
robado dinero, que lo que fuera. El consenso general era que yo la había
agredido de alguna manera en la que ella no podía perdonarme.
Ella me rechazaba a cada
intento de cercanía.
La sensación de injusticia
me corrió de esos rumbos en un par de meses. Comencé a recorrer otros caminos,
a conocer otra gente. A crecer un poco, también.
Aun cuando se casó muy
joven, ella siguió viviendo en casa de sus padres, siempre.
Aun cuando yo me fui muy
pronto, regresé de múltiples veredas. Incluso me quedé a vivir en la casa de
los míos las temporadas de banca rota. De modo que, de una u otra manera, la
seguí viendo a distancia al paso de los años.
Ella con su primer novio
que luego fue su único esposo. Con su hija, preciosa.
Yo muy joven amando
primero a hombres, y luego amando a mujeres. A una o a muchas a la vez. Yo, en
boca de los vecinos y en el suplicio de mi madre. Me etiquetaron de todo: Yo,
la loca. Yo, la fácil. Yo puta. Yo renegada. Yo lesbiana. Yo, de nuevo, loca.
Pese a todo, aprendí a ser feliz.
Entre esos ires y venires,
el encontrarla, era un cuadro surrealista que me inquietaba, pero que era
difícil de evadir: Daniela regando su jardín, pintando su casa, regañando con
el marido. Siempre fija, irrenunciable, siempre inaccesible, con un gesto que
no le podía comprender, un tanto amargo.
A pesar del paso del
tiempo, no me atrevía a dirigirle la palabra. Era el recuerdo del rechazo que,
por doloroso, durante esos años no pude comprender. No me atrevía a
cuestionarme nada respecto a ella. Era como la espina del sin sentido que
preferí dejar en los recuerdos de infancia para que no molestara en lo
cotidiano.
Hoy, después de muchos
meses ausente, he vuelto a visitar la casa materna.
Vengo andando. En el fondo
de la calle está Daniela. La veo inclinada arreglando la rueda de una
bicicleta, viste un pantalón deportivo y sudadera, ambos color azul
marino. Parece como si el tiempo hubiese regresado. Al escuchar mis pasos
levanta el rostro. Sigue teniendo la pinta de niño y los ojos más hermosos que
he visto. Sin pensarlo, se me sale una sonrisa. Cuando me doy cuenta de lo que
he hecho, me aterrorizo de mi gesto involuntario y se me congela esa sonrisa.
El estómago se me hace un nudo del susto. Entonces, ocurre el milagro:
Ella cambia el gesto y me
sonríe también. Algo me tiembla, no sé bien qué, en no sé dónde. Me acerco
caminando y ella se incorpora alegre. Yo estrecho la mano que me tiende y
apenas tartamudeo con la pregunta tonta de cómo ha estado. Dany hace más amplia
su sonrisa, me abraza muy fuerte, con un cariño inesperado y escucho su voz,
casi carcajada en mi oído:
-Me acabo de divorciar.
Se aleja un poco y me mira
a los ojos, invitadora, y sin dejar de sonreír.
8 comentarios:
JA. Muy bien
HOLA CHIKA:
LA VERDAD TENIA MUCHO TIEMPO DE NO LEER ALGO TAN BUENO Q M ESTREMECIERA TODITA, ME HIZO REMONTARME A MIS LOKOS DIAS DE PREPA, ALGUNOS DE UNIVERSIDAD Y A MI MEJOR AMIGA DE AQUELLOS AÑOS, LA CHIKA DE MIS SUEÑOS A LA CUAL LE CONFECE MI AMOR Y NO LO ACEPTO PERO NUNK M DEJO, SIEMPRE M TUVO A SU LADO, NUESTRA AMISTAD HABIA PASADO A OTRO PLANO, LA VERDAD NO SABRIA COMO DESCRIBIRLA,LO UNIKO Q PUEDO COMPRENDER FUE AQUELLA NOCHE Q SIN PLANEARLO NOS ENTREGAMOS X COMPLETO Y M DIJO Q NO SE ARREPENTIA DE HABER TENIDO SU PRIMERA VEZ CONMIGO XQ SE HABIA DADO CUENTA Q ME AMABA, AHI SUPE Q NO HABIAN SIDO ENVANO LOS 6 AÑOS DE AMISTAD EXTRAÑA, ESA FUE LA ULTIMA VEZ QUE LA VOLVIA A VER XQ SE FUE A CANADA. HACE POCO M HABLO X TEL. PARA DECIRME Q VA REGREZAR DESPUES 4 AÑOS Y NO SE Q VOY HACER YO YA TENGO UNA RELACION DE 2 AÑOS CON UNA NIÑA SEPER LINDA, NO QUIERO DEJARLA, LA QUIERO, PERO MI CORAZON NO DEJA DE LATIR CON FUERZA AL VOLVER A RECORDAR A MI PRIMER AMOR Y SABER Q VA A REGREZAR....
GRACIAS X SUBIR TUS ESCRITOS SON MUY LINDOS Y LLEGADORES JIJIJIJIJI
DESEO PROFUNDAMENTE Q SIGAS ASI CON ESE GUSTO Y FACILIDAD PARA ESCRIBIR...
SALUDOS...
SUERTE...
ese si me encanto!!!! buen tiempo y espacio, muy bueno kari
Que chido!!!! Me encantó la forma en cómo describes cada situación, cada personaje y sentimiento. Me pude imaginar perfectamente cada detalle, como si los personajes cobraran vida!
Felicidades!!!!
Zula
Hermosa la historia, el final deja un esperanza...Jaja divertido. Nuevamente, exepcional!
WooWW Muy linda historia me recordó a mi primera vez con mi pareja... Que bien, espero poder leer tus otras entradas se ven interesantes :)
¡¡Jaja¡¡ Ironico y con humor. Me agrado mucho
Hola! Me encantan tus historias, en la actualidad estoy tomando un taller de cuenta cuentos y me encantaría tomar uno tuyo para interpretarlo, agradezco que compartas tu trabajo.
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